Por qué hay
que ser capaz de parar en un mundo que va a mil.
Juan, todos
los días, caminaba por un sendero a la vera de un río cerca de su casa. Solo.
Era su rutina. Cada día caminaba con prisa y su único objetivo era llegar cada
vez más rápido a la meta. Un día Juan decidió invitar a sus padres a caminar
con él. A medida que caminaban Juan veía que sus padres se detenían cada tanto
a mirar las vistas, conectarse con la naturaleza y respirar. Se tomaban pausas.
En ese instante Juan se dio cuenta que lo que en un comienzo había sido para él
un momento de disfrute, conexión y pausa regenerativa se había convertido en
una meta, en un objetivo por cumplir el cuál quería lograr cada vez más rápido
y mejor. En ese momento se dio cuenta que necesitaba que las pausas formen
parte de nuevo de su vida. “Hacer una pausa es una necesidad permanente, no
puntual. El entusiasmo con el que seguimos adelante siempre hace que hagamos a
un lado los espacios para tomar consciencia, apreciar o reflexionar. Es algo en
lo que todos caemos. La idea de no perder nunca el tiempo tiene un precio”,
explica Robert Poynton en su libro “Pausa: no eres una lista de tareas
pendientes”.
“El tipo de
trabajo que hacemos hoy y la naturaleza de los problemas que enfrentamos
requieren de más pausas, no de menos”.
BENEFICIOS
DE PAUSAR
Aunque suene
paradójico vivimos en un estado de atención parcial porque se nos interrumpe
todo el tiempo (aquí la tecnología es gran responsable) pero nunca hacemos una
pausa nosotros de manera consciente. Porque lo queremos o lo necesitamos. Según
plantea el autor estamos siempre ante falsas alternativas como rápido frente a
lento o trabajo frente a vida. Y al enfrentarnos a estas falsas alternativas se
nos escapa que hay otras opciones menos antagónicas y no prestamos atención al
valor de la variación y la modulación. “Independientemente de lo que estemos
haciendo o de la velocidad a la que nos movamos, siempre existe la posibilidad
de hacer una pausa. Hacer pausas es parte de vivir y respirar. De hecho, entre
respiración y respiración también hay una pausa”, argumenta.
Según
Poynton, descansar no es el único propósito de parar. Asegura que en una pausa
nos podemos cuestionar maneras de actuar, se nos pueden ocurrir nuevas ideas o
sencillamente apreciar la vida que tenemos. También explica que si no paramos
un momento a observarnos a nosotros mismos, cómo podremos analizar qué otras
cosas podríamos hacer o en quién nos podríamos convertir; o cómo podremos
escuchar lo que dice nuestro corazón.
Una vida sin
pausas no es saludable: influye en cómo nos sentimos. Y si no paramos, la vida
se va a encargar de parar y hacerlo y las consecuencias no siempre serán las
mejores. “Además del costo en salud y cordura, está todo lo que nos perdemos en
el camino. Si no nos detenemos, nos perdemos la vista o el camino que tomamos”,
asegura y afirma que al empeñarnos a pasar de una tarea a otra podemos acabar
siendo una lista de tareas pendientes. Perdiendo nuestro verdadero yo.
Es momento
de empezar a encontrar esas pausas. Descubrir qué nos aportan y cómo las
necesitamos. Ya sea una respiración hasta tomarse un año sabático. Nada tiene
que ser extremo, pero si constante. Las pausas tienen que ser una forma de
vida. Y siempre cabe recordar que no es una cuestión de tiempo, sino el valor
que le demos a ese tiempo. No es lo mismo 1 minuto en la fila del supermercado
que 1 minuto respirando. Está en cada
uno de nosotros a qué hecho destinarle el tiempo.
Fuente:
EXPERTA SEGUROS Libro “Pausa: no eres una lista de tareas pendientes”, de
Robert Poynton. Editorial Kōan Libros.